Vida en el caserío

VIDA Y TRABAJO

La vida en el caserío no tenía horarios. En lugar de contar las horas, se valían del tiempo que transcurría entre el amanecer y el anochecer. La fuerte unión con la naturaleza establecía los ritmos y tiempos de trabajo. Las estaciones del año indicaban los trabajos de la huerta, la cuadra, el monte, así como las labores de la casa. Los días eran más largos o menos en función del tiempo de luz de los mismos, que venían establecidos por los solsticios de verano e invierno. Todo esto determinaba el trabajo diario.

En las épocas en las que la carga de trabajo aumentaba, como en la recogida de la cosecha, la limpieza de los montes, la matanza de animales… se recurría a vecinos y familiares para que ayudaran en estas labores, de manera que todos acabarían pasando por las casas de los otros para echar una mano. En esto consistía el Auzolana, en un trabajo de ayuda en equipo.

Al anochecer los habitantes de la casa se juntaban alrededor del fuego bajo y cenaban y continuaban trabajando desgranando alubias, hilando lana, asando pimientos… pero encontraban también ocasión para tratar otros temas. Novedades, noticias, versos, coplas, cuentos… Los más pequeños oían con atención las palabras de los mayores. En ocasiones también se contaban historias de seres fantásticos; brujas, lamias, Basajaun, Sugoi… que probablemente fueran los protagonistas de sus sueños.

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