Eran numerosas y variadas las labores que se realizaban en un caserío, de ahí que también las herramientas, utensilios y aperos que utilizaran fueran muy diferentes. Cada una de ellos tenía una función determinada y debía usarse de una manera concreta. La práctica y el dominio de estas herramientas les llevaba sin duda a desarrollar numerosas habilidades, todas ellas encaminadas a conseguir el mayor nivel de autosuficiencia.
Además de las labores propias de la huerta, el monte y el cuidado de los animales, que eran su fuente de recursos primaria, debían obtener otros productos como el queso, el pan, las conservas, la lana que luego convertirían en prendas… y para todo ello requerían de herramientas que en ocasiones fabricaban ellos mismos o adquirían a los artesanos de la zona. Ellos a su vez también podían desarrollar labores de artesanía que les proporcionaban otra fuente de ingresos, como la cestería, la fabricación de cuero, la carpintería, la mampostería… En la utilización de algunas herramientas y aperos se valían de la fuerza de los animales pero, en todo caso, todas ellas necesitaban de la fuerza, el conocimiento y las habilidades humanas.